domingo, 15 de enero de 2012

Modesto Lafuente



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Desde 1854 trabajó a favor de Leopoldo O'Donnell y la Unión Liberal y participó durante el Bienio Progresista en la redacción de una nueva Constitución española.

Fue miembro de la Real Academia de la Historia.
Aparte de su famoso periódico, Modesto Lafuente es recordado por Historia General de España (1850–1867), una gran obra dividida en veintinueve volúmenes, continuada por Juan Valera, que plasma la historiografía liberal española del ochocientos. Contribuyó en la creación de la conciencia nacional española.
Otras obras suyas son Viaje de Fray Gerundio por Francia, Bélgica, Holanda y orillas del Rin (1842), con interesantes noticias de viaje, Teatro social del siglo XIX (1846), de sesgo costumbrista y satírico; Viaje aerostático (1847), sátira política sobre Europa, y La cuestión religiosa (1855), defensa de la unidad católica española.




Como los Reyes Católicos, Carlos V y su reinado apenas si ha sido objeto de interés en el siglo XIX, más allá de las Comunidades y Germanías o algún importante hecho de armas.
Modesto Lafuente es quien trata más sistemáticamente su figura y la españoliza, cosa nada fácil con quien poco residió en España y cuyo nacimiento en los Países Bajos o el hecho de ser emperador, ponía muy difícil el convertirle en un español glorioso.
¿Qué nación europea del siglo XIX podía revindicar con más razón a Carlos V? En esta competencia Lafuente le convierte en español y para ello tiene que encajar la rebelión de las Comunidades y Germanías, con su consecuente derrota, dentro de su visión no catastrofista y moderada de la historia nacional. Para esta información le resulta de gran utilidad la obra de Robertson, aunque para la interpretación del reinado y su lugar dentro de la dinastía austríaca, le es más valioso el libro de Ferrer del Río sobre las Comunidades muy poco antes.

Para limpiar el nombre de Carlos V, Lafuente dice que Carlos V es el mejor rey, que su período es el más grandioso y que a partir de él comenzó un período de decadencia que culminó con Carlos II.
Como liberal, afirma que las Comunidades de Castilla actuaron en defensa de las tradiciones y libertades del reino y que, por lo tanto, sus reivindicaciones eran de carácter nacional.
A la vez consigue apoyar a Carlos V argumentando que se condena a este rey demasiado y no se juzgan los crímenes de este movimiento popular.






Vengamos a los últimos momentos del gran Carlos V, el protagonista de aquel vastísimo drama de luchas, batallas (…) Aquel hombre infatigable, que en cuarenta años de imperio había estado nueve veces en Alemania, seis en España (…), y el agitador de África y Europa, aquel a cuya presencia temblaban los reyes y se estremecían los reinos (…), pasa desde el solio más elevado de la tierra a sepultarse en la humilde celda de un solitario monasterio.



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