Elijamos una frase, un tema. Corramos la voz entre nuestros compañeros, riámonos y cometamos fallos, a fin de cuentas, no es más que un mero juego, un pasatiempo en el que nadie será tachado de perdedor...
Frase: Carlos V fue grandioso.
Comienza el juego:
Nerviosismo y risas compartidas en un corro muy cerrado. Empieza Brandeis: le dice "Carlos V fue grandioso" a su amiga Claudia, que está a su derecha. Claudia se lo dice a Pablo, Pablo a Fran, Fran a Teresa... Y, la cadena continúa... ¿Cuál es la frase resultante en este juego retórico?
Carlos I, fue glorioso...
Leyendo un libro comencé a percatarme de la casualidad que mora en todos los ámbitos, casualidad provocada de la cual resultan hechos y opiniones engañosas, espejismo que hacen resaltar el orgullo patrio, o condenar el extranjero y viceversa.
Hemos visto que, a menudo, la historia ha sido maquillada y transformada por aquéllos que querían ocultarnos algo, una realidad, un error… Quién sabe.
Hoy, podemos ver todo desde otra perspectiva, teniendo presente las circunstancias ideológicas del “entonces”, pero sin que éstas nos influyan o se adentren, nublando el juicio de la neutralidad.
El libro El siglo de Carlos V y Felipe II, construcciones de mitos en el siglo XVI , en cuyas páginas moran los juicios de más de cien historiadores, plasma perfectamente esta idea, la manipulación de la realidad como explicación de un juicio propio. Pongamos un ejemplo. Quizá sean innumerables los especialistas que denominaron a Carlos I para ensalzar el orgullo español. Innumerables aquéllos que se basaron en fuentes únicamente españolas para esconder, tapar o disimular ese carácter innegable que le caracterizaba, el extranjero que, entre otros, despertó la furia y el ansia de justicia de los movimientos comuneros. Por ejemplo, podemos verlo en Antonio Cánovas del Castillo que, lastrado por el peso de su ideología y su pragmatismo político, tendió a la revalorización de la imagen de Carlos basándose solamente en fuentes españolas para no enturbiar su imagen.
En definitiva, para unos, maquiavélico, calculador, avaro, frío, extranjero. Para otros poderoso, defensor de los derechos de la civilización cristiana, justo…
En otras palabras, el carácter individual del historiador provoca olas que arrasan la realidad de la historiografía; Conocer la historia, y tomar los rasgos más apetitosos para sustentar su explicación o defensa. Caer en el error y, taparlo. Guardarse las espaldas.
¿Inevitable?
¿Qué debemos creer?...
Y, por otro lado, ¿cómo no olvidar la leyenda negra que tanto mal hizo a la Casa de Austria?
Por ésta y juicios equívocos, por ésta y fuentes erróneas, hoy en día siguen abiertos demasiados bandos en la historia aunque, ¿no es acaso eso lo interesante?...
Fuentes: Martínez, M., J El siglo de Carlos V y Felipe II: Construcción de mitos en el siglo XIX, Volumen II.
Me ha encantado esta entrada. Voy a recomendarla en mi blog...
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